A veces queremos que el mundo cambie, que todos a nuestro alrededor cambiaran y fueran como nosotros quisiéramos.... A veces el cambio debe venir en nosotros mismos... Lee esta reflexión que puede ser de tu utilidad...
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Hubo una vez un joven que quería cambiar al mundo, que predicó su filosofía y su verdad en los mejores años de su vida pero veía que sus esfuerzos eran vanos.
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Hubo una vez un joven que quería cambiar al mundo, que predicó su filosofía y su verdad en los mejores años de su vida pero veía que sus esfuerzos eran vanos.
De pronto decidió continuar, ya no con el mundo, sino con su país.
Ahí hablaban su mismo lenguaje, y le entenderían mejor y además, si lograba cambiar a su país cambiaría al mundo.
Así pues los años siguientes se dedicó a recorrerlo y obtuvo el mismo resultado, todo esfuerzo de cambio fue inútil.
Recapacitó y decidió que tenía que empezar por su ciudad natal, ahí conocía bien las costumbres y creencias y, al cambiar a su ciudad cambiaría a su país y después al mundo.
En este momento era ya un hombre y recorrió su ciudad confiando en que, por su experiencia, los demás lo seguirían, pero el resultado fue igualmente negativo.
Siendo ya un anciano recapacitó y pensó que en toda su vida había vivido en un error, que debió haber empezado por su familia, y así cambiando a su familia cambiaría a su ciudad, a su país y por último al mundo.
Y fue así como dedicó los años que le quedaban de vida, tratando de cambiar a la gente más cercana a él, con los mismos resultados, el cambio jamás se gestó.
Ya en su lecho de muerte le sobrevino este pensamiento:
¡Me equivoqué siempre, si hubiera empezado por mí, mi familia hubiera cambiado, y mi ciudad, y mi país y mi mundo!
¿Y tú hasta cuándo vas a esperar para cambiar?