Te levantas un día, un día más, con la normalidad de siempre y resulta que ya no sos la misma, o ya no te sentís igual que ayer. Piensas, acomodas tu cabeza, tomas coraje y avanzas. Sola o acompañada, es el momento en el que las cosas cambian. Resulta que dos rayitas te marcan el camino que te espera, ya no estás más sola ahora, desde adentro hay alguien que te acompaña.
Y a veces es tu cuerpo, y otras tu cabeza las que te lo hacen notar. Irremediablemente cambiarás tus actos y tus pensamientos, de repente no molesta cuidarse un poco más, te haces fuerte, aunque cada mañana una nueva náusea te intente voltear.
Tienes miedo y miles, pero miles, de preguntas, ¿Será real? ¿Estará bien? ¿Estaré haciendo las cosas bien?
Sin darte cuenta las preguntas irán cambiando, pero siempre desde adentro tuyo encontrarás una calma para avanzar un día más.
No vas a saber bien por qué, pero a partir de ahora, tus próximos días ya no serán días y tus próximos meses no los contarás de 30 en 30, todo será en semanas. Y en ese instante notas las diferencias con las que te irás transformando; antes no entendías el valor de una semana hasta que aprendes cuánto crece y cuánto se forma alguien dentro tuyo de un lunes al otro.
Notarás más que en toda tu vida que tienes una nariz, un olfato extremo capaz de determinar un perfume, una fruta podrida o el menú para la cena de aquel que vive a cinco cuadras.
Y es real, créele a los que te dicen: "Como por arte de magia de una mañana para la otra tanto malestar desaparecerá’
Después de contarle tu vida entera al médico, de que te examinen de arriba abajo, de que te acostumbres a los análisis de sangre como un momento natural, vas a ver el milagro de la vida: una ecografía en la que probablemente no veas más que un punto, una pequeñita forma que no despega sus manos, que te dirán su tamaño en milímetros y que está ahí, tan chiquito pero marcándote tan fuerte.
Te cuidarán, y deja que lo hagan, con cada paso que quieras dar, con cada esfuerzo que quieras hacer o con cualquier movimiento que hasta ese entonces era natural.
Llegará el momento de saber el sexo, de ver como mueve sus manos o como cruza sus pies. De sentir la mano de quien tengas a tu lado y entiendas que el camino que se viene es largo, pero no menos hermoso.
Vas a planear cada momento, a comprar muchas cosas diminutas, a sentir un inmenso amor a tu alrededor.
Vas a notar que la ropa ya no entra, que la balanza ya no es tan amiga, que la cintura duele y los pies se hinchan.
Y un día te sentirás en el cielo cuando sientas la primera patada y pasarás horas y horas esperando sentir otra.
Verás tu panza crecer y será con la mayor felicidad del mundo, ¡Qué todos noten que somos dos! Qué te pregunten en qué mes nacerá, que te halaguen esa panza redonda que asoma.
De a poco dejarás de dormir, cuando no es por culpa de tu cabeza que planea y piensa, será porque a tu pequeño enano no le gustará el costado que elegiste y tampoco el otro y tampoco la hora que escogiste para descansar. Las noches son una pista de baile para quien está dentro de tu panza.
Y así, sin darte cuenta, llegan las últimas semanas, en las que todo es ansiedad y por momentos el tiempo parece eterno y en otros no alcanzar. Llegará el momento en el que quieras disfrutar de los últimos instantes de estos largos nueve meses, se mezclará también, con la eterna necesidad de conocer su cara.
No es fácil, son los nueves meses más dolorosos y probablemente largos que pases, un torbellino de emociones, un descubrimiento de sensaciones, un sube y baja de autoestima y tranquilidad.
¿Vale la pena? Desde esas dos rayitas hasta el día en el que tus brazos lo aferren, no sentirás amor más puro que el que te prepara para ser mamá."
Desconozco la autora
No es fácil, son los nueves meses más dolorosos y probablemente largos que pases, un torbellino de emociones, un descubrimiento de sensaciones, un sube y baja de autoestima y tranquilidad.
ResponderEliminar¿Vale la pena? Desde esas dos rayitas hasta el día en el que tus brazos lo aferren, no sentirás amor más puro que el que te prepara para ser mamá."