Recientemente me encontraba sumamente cansado en la noche, y mis párpados me pesaban muchísimo, al grado de que me costaba mantener mis ojos abiertos.
Recuerdo haberme acostado y pedir a Dios que me diera lo que necesitaba para recuperar mis fuerzas, pues al otro día debía levantarme muy temprano.
Recuerdo haberme acostado y a pesar del sueño y el cansancio que sentía no me era posible dormirme hasta el grado que me senté ya algo molesto por no poder dormir.
En ese momento decidí poner música y en medio de una hermosa melodía comencé a orar, y hablé con Jesús sobre mi cansancio y las cosas que me habían pasado aquel día, luego de lo cual toda la fatiga corporal y la pesadez desaparecieron. Finalmente y ya sin sueño decidí recostarme y sin darme cuenta quedé profundamente dormido hasta el otro día.
Y es que muchas veces buscamos el descanso físico para solucionar nuestro cansancio espiritual, y por eso vemos que muchos pasan sus vidas cansados y sin fuerzas, porque su cansancio no se soluciona durmiendo, sino conversando con Jesús.
Bellas las palabras de Jesús que nos dicen "Venid a mi los que están cansados, fatigados y agobiados. Yo tomaré sus cargas y los haré descansar."
O aquel pasaje de Isaías que dice: "Pero los que esperan en el Señor sentirán que se les renuevan sus fuerzas, y que les crecen alas como de águilas. Correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse".
Así que si has estado con tanto cansancio que no quieres más que dormir, no duermas. Habla con Jesús y deja que te abrace. Los problemas seguirán ahí, pero es bueno que alguien te acompañe en tu camino. Y Jesús está dispuesto a acompañarte.
Que Jesús te de el descanso que necesitas.
Autor: Arturo Quirós Lépiz
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